¿Zona de confort o zona de seguridad?
Parece que la Zona de Confort es el peor de los lugares y quedarse ahí la mayor de las equivocaciones. Podemos sentirnos culpables, hasta mediocres, si no nos atrevemos a más. Pero aquello que nos proporciona bienestar y comodidad suena bastante bien ¿cierto? porque eso significa ‘confort’. Entonces ¿qué tiene de malo?.
Posiblemente hemos recibido el famoso consejo “¡sal de tu zona de confort!” cuando estamos en un lugar o hacemos ciertas cosas que ya son familiares para nosotros o cuando no encontramos cómo salir de algún problema. Seguramente la mayoría de las ocasiones nos dicen esto con la mejor de las intenciones, pero nada cambia después de escucharlo o de haber intentado hacerlo, a veces hasta empeora las circunstancias.
En el primer caso, en lo que nos resulta familiar, quizá nos encontremos en un empleo cómodo y bien pagado, lo dominamos y nos gusta lo que hacemos; puede que nuestra posición económica resuelve nuestras necesidades y proporciona ciertos lujos; tal vez estemos contentos con el número y calidad de amistades o ya cumplimos nuestros objetivos académicos. No queremos buscar otro empleo o puesto, ganar más dinero, conocer más personas o hacer otro doctorado. Pero no falta el experto-en-quién-sabe-qué o la frase motivadora de Facebook que nos reta a conquistar una montaña más alta, sembrando culpa y vergüenza por no aspirar a más. Lo problemático no es el bienestar que nos proporciona lo que es familiar, sino la obligatoriedad de salir de esa zona y el discurso culpógeno de que algo está mal en nosotros si nos abstenemos del riesgo.

En el segundo caso, en el de aquellos problemas de los que no sabemos cómo salir y el malestar es evidente, el consejo “¡sal de tu zona de confort!” es tan efectivo como decirle al que tiene depresión que no esté triste.
Puede ser una relación enfermiza, un trastorno del estado de ánimo o de ansiedad, relaciones familiares violentas, un trabajo con un jefe acosador o cualquier problema. Tiene todo menos confort. Nadie en su sano juicio planea cómo sufrir y lo disfruta. Podemos experimentar una parálisis porque no sabemos hacia dónde dirigirnos, porque no hemos encontrado las mejores opciones, que la ansiedad o la culpa dicen que salir de ahí es un error o nos espera algo peor, que hay factores externos o limitaciones propias que impiden algo mejor o la dificultad para hacernos responsables de nuestros actos, pero en ninguno de estos casos es por el confort; podría ser una zona segura, que no es lo mismo que confortable, porque lo que ya conocemos, aunque sea malo, lo dominamos mejor que lo incierto.
Éstas dificultades implican una gestión de nuestras emociones, pensamientos y acciones con mayor análisis, reflexividad y conciencia, pero no simplemente tomar cualquier riesgo solo por salir de la “zona de confort”.
Así que, antes de tomar el consejo o de pensar que estamos mal por no poder salir de esta mal entendida zona, analicemos lo que realmente necesitamos y cuáles son nuestros objetivos. Si el malestar es muy grande y se está en un atolladero del cuál es difícil salir, la ayuda psicológica nos facilita la comprensión sobre lo qué nos lleva a soportar situaciones enfermizas y salir de una parálisis.